miércoles, 18 de enero de 2012

Geburtstag (Cumpleaños)


I

Cumplir años en enero puede llegar a ser traumático. Lo más común es que la gente esté de vacaciones y casi no haya a quién invitar más allá de la familia más directa. Lo triste es que yo ni siquiera tuve la posibilidad de frustrarme, mis viejos elegían por mí y, ya suponiendo que todos iban a estar de vacaciones, festejaban religiosamente mi cumpleaños en nuestra quinta. Cuando era muy chico no me molestaba tanto, pero cuando ya iba cumpliendo siete, ocho, nueve años, me empezaba a joder un poco, sobretodo porque mi mamá siempre me prometía que ése año iba a ser diferente, que mi cumpleaños lo íbamos a festejar en Buenos Aires e íbamos a ver a quién invitábamos, cosa que terminaba sin cumplirse. Desde que tengo memoria hasta que cumplí nueve, siempre festejé mi cumpleaños en mi quinta con mi familia, quizás también con algún tío y (si tenía mucha suerte) con algún amigo que se había venido a veranear con nosotros.
Para el cumpleaños número diez ya había ganado por cansancio y había logrado que mis viejos aceptaran que se celebrara en casa.  Sin duda el primer cumpleaños que se iba a festejar en Buenos Aires prometía mucho. Los invitados eran amigos de distintos lugares, algunos del colegio, otros de la escuela a la que había ido antes de cambiarme, vecinos y los clásicos “amigos de la vida” (los que conocés desde chiquito y no entran en ninguna de las categorías anteriormente mencionadas), en total siempre éramos cinco o seis incluyéndome. Definitivamente era bastante mejor que pasar el cumpleaños en la quinta, pero inconvenientes había de todas formas: había muy poca integración por parte de los invitados, los chicos no se conocían mucho entre sí, porque eran todos de lugares distintos y además cada uno quería hacer algo diferente. Mejorando y empeorando, éste último esquema se repitió hasta el cumpleaños número trece, que fue el último que festejé invitando a varios amigos. Uno de los motivos era que dos de los chicos que siempre venían (que eran hermanos) eran hijos de padres divorciados (y de esos padres divorciados que no se pueden ni ver), entonces arreglar para poder hacer alguna actividad era complicadito. Sin embargo el motivo más importante fue algo que pasó en ése cumpleaños, un rato después de comer la torta estos mismos chicos no podían contener sus ganas de ir a jugar al Counter Strike (de hecho, me preguntaban a qué hora se terminaba el cumpleaños, así se podían ir). Terminé pasando las últimas horas de mi cumple en una sala oscura con un olor muy fuerte a cigarrillo en compañía de pibes que, sí no eran chorros, los admiraban mucho (en la sala se escuchaban comentarios como “eh, vo’ so’ como la yuta, atacás por atrás”). Una verdadera desilusión. Desistí de invitar amigos a mi cumple porque la mayoría de las veces terminaba atendiéndolos demasiado o haciendo cosas que no tenía muchas ganas de hacer. Mejor solo que mal acompañado, como dice el refrán.
A partir de los catorce empezó la etapa de las cenas familiares. A la tarde si había algún amigo en Baires me encontraba con él, y después a la noche salía a comer afuera con mi familia, salvo en el cumpleaños número veinte que hicimos una picadita en casa.
Mi cumple número veintiuno fue bastante particular: estaba en Alemania haciendo un curso. Los invitados eran todos estudiantes extranjeros que había conocido hacía menos de una semana. Fue un cumpleaños realmente lindo, recibí cartitas y chocolates, e incluso me cantaron el feliz cumpleaños en idiomas como portugués, italiano o checo. Fue una grata experiencia pero al mismo tiempo tenía un nosequé ilusorio, era un poco ficticio como el aire acondicionado que en tu casa es el paraíso y cuando salís te das cuenta que la realidad es otra. Además lo que resultó chocante fue el gran contraste entre mi cumpleaños y el día siguiente. Un día era el centro de atención y al día siguiente estaba celoso de un muñeco de nieve, al cual le daban más bola que a mí.
El cumpleaños número veintidós fue de la tradición previa al viaje a Europa, incorporando a mi novia y a un amigo. Fue una buena experiencia aunque no demasiado relevante. Me había acostumbrado a que para mi fecha la gente no anduviera por Baires.

II

Si bien a veces dejaron un poco que desear, mis cumpleaños tuvieron un progreso a lo largo del tiempo. Con navidad, por otro lado, fue el proceso inverso. Cuando era chico la navidad para mí era lo más lindo del año, de grande se fue convirtiendo en un mero compromiso. Al principio disfrutaba las reuniones en la casa de mi abuelo con mis primos, todos eran más grandes que yo, pero me reía y me divertía mucho. Curiosamente a partir de los nueve años, dejamos de celebrar navidad en la casa de mi abuelo, no sé exactamente el motivo, pero si me acuerdo que con el pasar de los años me fui enterando que no todo era tan lindo y que los parientes en general no se llevaban tan bien como yo creía. Hubiese preferido no enterarme, yo había sido feliz de todos modos.
Más o menos un par de años luego de haberse instituido las cenas familiares en mis cumples hubo una suerte de revival con la familia, no sé si las relaciones habían mejorado mucho, lo que sí, a fuerza de insistencia y buena voluntad había logrado convocar a un par de parientes específicos para las fiestas con los cuales al menos podía entretenerme un buen rato.
Sin embargo, por ciertos asuntos familiares las últimas fiestas no hubo una gran reunión en casa, apenas estaban mis viejos y yo, no obstante mi novia había tenido la genial idea, compartida por mi grupo de amigos, de salir en navidad luego del brindis. Nos encontramos en la calle y aprovechamos que justo había una fiesta en el estacionamiento de la Facultad de Sociales. La pasamos muy bien riéndonos de pelotudeces, comentando algunas cosas profundas, tomando fernet y cerveza y escuchando música variada y original. Fue lindo ver, en buena compañía, cómo se iba haciendo de día. Todos concordamos en organizar algo parecido para año nuevo.
Y así el año nuevo nos encontró reunidos en la casa del amigo Tino. No hubo nada para manducar, pero si hubo una variedad interesante de bebidas alcohólicas típicas de esa celebración. Casi ni salimos de la casa de mi amigo, pero más allá de eso el esquema era básicamente el mismo que en navidad: alcohol, buena gente y buena onda. Fue mejor incluso que la navidad, por un lado porque duró más tiempo (nos habíamos reunido más temprano) y por el otro porque había más de gente. Es curioso, muy curioso, que no pueda resumir lo que pasó en la celebración de año nuevo con mi novia y mis amigos, la pasé genial, me sentí entre los míos, y aun así, si quiero resumir el encuentro sólo puedo decir que pasamos un buen rato charlando y riéndonos. Hacía un tiempo importante que no pasaba un año nuevo tan bueno, y aparte los amigos son algo importante. Es difícil de explicar, pero la familia siempre está, te toca, y si es como debe ser, te brindan un amor incondicional que es invaluable pero que en general lo tenés de todas formas. A los amigos uno los va conociendo de a poco, se los elige y hay que ganarse su confianza. Creo que el grupo de amigos muchas veces refleja más lo que somos que la familia misma.
Disfruté tanto ese encuentro que tuve ganas de repetirlo, y para mí las “fiestas” siempre fueron tres: navidad, año nuevo y mi cumpleaños.

III

Con un poco de suerte a mi favor, más de la mitad de los presentes en año nuevo iban a seguir estando en Buenos Aires la semana siguiente, de manera que los invité a mi cumple. Armé un humilde flyer con el paint, y les mande virtualmente invitaciones a los chicos (a algunos ya los pensaba invitar para hacer algo, pero luego de año nuevo decidí convocar a un poco más de gente y hacer algo un toque más pretencioso). Teniendo a la gente confirmada decidí armar un pequeño souvenir, tarjetas plastificadas con caricaturas de los mismos invitados. Aparte de eso ideé una picada que incluía, entre otras cosas, paltita y empanadas regionales. Luego de eso y de comprar cada una de las cosas necesarias, quedó sentarse y esperar. 
No sé si vale la pena elaborar un resumen de lo que fue la fiesta, más que nada porque si no se conoce a personas como al chistoso Ale, al carismático Tinchi o al muy sociable Dario (entre muchos otros) resultaría un poco engorroso ponerse a describir situaciones y escenas que sólo nos causarían gracia a los que estuvimos presentes. Gracias a Dios no faltó ninguno y los regalos fueron geniales: un libro de un dibujante llamado Decur, con ilustraciones que mezclan lo realista y lo naíf, un libro de cuentos de Raymond Carver, cuya dedicatoria escrita por Tinchi me inspiró un poco a escribir lo que ahora están leyendo, un eau de cologne con un aroma que me recuerda a aquellas reuniones familiares numerosas a las que había que ir bien vestido y elegante, y por último los dos mejores regalos: Unas zapatillas de El Eternauta y el juego de mesa El Erudito que es sencillamente excelente.
Al igual que con año nuevo y navidad, no es fácil hacer un resumen o descripción extensa de éste último aniversario que resulte interesante. Basta decir que el resultado fue muy bueno, la pasé muy bien (si bien al principio me costaba seguir los temas de conversación porque cada diez o quince minutos tenía que bajar a abrirle a alguien o atender una llamada) y al menos a mí me dio la impresión de que hubo un muy buen feeling.
Capaz no se note, o yo no lo demuestre mucho, pero creo que soy adicto a la gente, obviamente no a cualquier gente, sino a personas con las que tenga cierta afinidad. Me gusta encontrarme con aquellos a los que aprecio, si bien a veces tengo que admitir que puedo tener poco tacto o mandarme alguna cagada.
 A costa de ensayo y error me salió un cumple muy copado, esperemos que se repita. ¡Muchas gracias por venir!




domingo, 1 de enero de 2012

Ich wünsche euch ein glückliches Neujahr! (¡Les deseo un Feliz Año Nuevo!)


Sé que hasta ahora hubo gente que estuvo comentando mis entradas por más escasas e infrecuentes que fueran. Desde éste humilde espacio quiero desearles un hermoso 2012 y espero que sus deseos se cumplan.
Tengo varios objetivos para éste año que comienza, básicamente son los mismos del año pasado: aprender cosas nuevas, profundizar mis conocimientos de inglés y alemán y disfrutar de la vida y de los momentos con los amigos, la familia y la pareja. Otros son repetidos pero espero ésta vez tomármelos un poco más enserio: tener un mejor rendimiento en la facultad y poder pasar a la segunda mitad de la carrera. Creo que no tengo metas muy originales ni completamente nuevas, aunque me parece que todo lo nuevo y original uno lo encuentra un poco de casualidad, sin buscarlo intencionalmente pero si estando abierto y predispuesto a las experiencias nuevas.
Para mí el año no pudo empezar mejor. De hecho, hacía bastante tiempo que no la pasaba tan bien en una celebración de año nuevo. Fue la primera vez que celebré el comienzo del año junto con mi novia y mis amigos, y sinceramente fue genial, me reí y me divertí mucho, me sentí entre los míos, y eso es invaluable.
Por ahí algunos no se lo imaginen, pero éste último año pasé bastante tiempo dedicándole energía mental a asuntos sin demasiada importancia que la verdad no me hacían precisamente bien, gastaba energía que podía haber empleado en algo mucho más positivo.
Es verdad que a veces en la vida hay situaciones y momentos desagradables, pero aún así, lo importante es no dejar de buscar lo bueno, lo deseable. A veces pasarla mal es inevitable, es verdad, pero muchas otras veces no, y lo fundamental es (cuando es razonable y posible) tratar de alejar aquello que nos molesta y perseguir lo que nos gusta, lo que nos place. Es un tema de concentración, es simplemente concentrarse en lo bueno, no solamente ver el lado positivo de las cosas (que algunas veces puede llegar ser un poco insignificante o absurdo), sino también buscar que lo bueno ocurra.

No sé si cambie mi manera de actuar, siempre me preocupó decir cosas que después termino contradiciendo con mis actos. Sin embargo, voy a tenerlo muy en cuenta y voy a intentar disfrutar lo más que pueda éste año que empieza.

¡Feliz 2012!