martes, 18 de febrero de 2014

Respiración artificial



“Su ilusión es escribir un libro enteramente hecho de citas. No muy distinta es tu novela, escrita a partir de los relatos familiares.”

Ese fragmento resume esencialmente el contenido de “Respiración artificial” de Ricardo Piglia. La semana pasada, ni bien me desocupé de la facultad agarré la novela y me puse a leerla. ¡Es excelente! El libro está compuesto de conversaciones, ya sea por medio de cartas o transcripciones de encuentros, acerca de historia, literatura y anécdotas familiares y vivenciales de los protagonistas.  Es una obra llena de referencias a otras obras (si bien esto es algo que siempre ocurre, en éste caso las referencias son más conscientes y un poco más explícitas), pero no están enumeradas como las referencias bibliográficas de una monografía, sino que todo es parte de una gran conversación, sumamente natural, como quien no quiere la cosa. También hay muchas referencias históricas (algunas bastante sutiles, que pueden resultar incomprensibles para los que no estén familiarizados con la historia argentina).
El argumento es prácticamente una excusa para hacer a los personajes hablar, debatir y exponer sus ideas y concepciones de la vida, el mundo, la filosofía y la literatura. Emilio Renzi, un escritor de más o menos unos cuarenta años, se escribe con su tío, Marcelo Maggi, un abogado  residente en Concordia que se dedica a dar clases de historia en un colegio secundario de dicha ciudad. Maggi había abandonado a su mujer y al resto de su familia para escaparse con su amante, por lo cual su sobrino nunca llegó a conocerlo personalmente, pero al inicio de la trama Renzi inicia una correspondencia con él, en la cual empiezan a discutir acerca de las distintas versiones de aquella anécdota familiar. Maggi, a su vez, se encuentra desde hace décadas estudiando unos documentos pertenecientes a Enrique Ossorio, un intelectual que fue secretario de Rosas, y que además  es abuelo del ex suegro de Maggi, Luciano Ossorio. Con el correr de las páginas también aparecerán personajes como el paranoico Arocena que siempre busca mensajes cifrados en la correspondencia ajena que lee, o el polaco erudito Vladimir Tardewski, discípulo de Wittgenstein hasta antes de estallar la segunda guerra mundial.

Si esta novela fuese una página web, estaría repleta de links interesantísimos, mientras la leía me daban muchas ganas de profundizar mis conocimientos sobre distintas áreas, hasta pensé en ir de oyente a las clases de Teoría Literaria de la Facultad de Filosofía y Letras para hacer este comentario más decentemente. Es un libro muy interesante, que te abre puertas a distintas áreas del conocimiento académico (particular pero no exclusivamente argentino) y que en más de una oportunidad le saca a uno una sonrisa. Me dio la impresión de que, aún habiendo disfrutado la novela, hubo cosas que se me escaparon, como a quien se le escurre arena de las manos. La agregué, junta a Boquitas Pintadas de Manuel Puig, a mi lista selecta de libros que pienso releer más provechosamente en algún futuro.

lunes, 11 de marzo de 2013

La presión que implica tener barba


En general me cuesta mucho estudiar solo. Si estoy en casa, termino boludeando con la PC, si voy a la Biblioteca Nacional hago numerosas pausas en los pasillos, miro por la ventana o me voy a tomar un cafecito al primer piso, si intento estudiar en un bar las ganas de irme son tremendas. Y me gusta lo que estudio, ojo, pero frecuentemente me dan ganas de hacer otra cosa cuando los apuntes y las fotocopias están ante mí.

Descubrí que logro reunir mucha mayor voluntad cuando estoy acompañado por otro estudiante, alguien que también tiene que leer y necesita concentrarse, alguien a quien no debo ni distraer ni interrumpir, si bien se puede hacer pausas y charlar en los intervalos. Fue así como empecé a frecuentar la casa de Pablito.

Pablo es el amigo de un amigo que estudia medicina. Yo estudio sociología, absolutamente nada que ver, pero cuando nos reunimos a estudiar los dos somos muy productivos, además de que las charlas durante las pausas amenizan mucho la lectura. Me terminé haciendo muy amigo de él.
En los intervalos hablamos de los temas más diversos: mujeres, amigos en común, literatura, Macri, Cristina, el peronismo o incluso sobre religión. Fue así como un día, mientras yo estaba pensando en cualquier otra cosa, el interrumpió mi hilo de pensamientos con una pregunta:

-          Che, Bellis, ¿por qué no te dejás la barba?

La respuesta no era ni tan fácil ni tan concreta, por un lado es cierto que me gusta tocarme los cachetes y sentir piel en lugar de pelo que pincha, pero más allá de eso hay otro motivo que no es menos relevante. Podrá parecer una gran pelotudez, pero siento que tener barba demanda responsabilidad. Creo que esa idea está asociada a un evento que ocurrió cuando yo tenía trece años: me gustaba mucho la historia argentina y había escuchado que Perón, en el setenta y tres, si no me equivoco, en el acto del primero de mayo, al echar a los montos de la plaza, los había llamado “imberbes estúpidos”, sugiriendo que tener barba era un signo de madurez.  

El mejor referente de alguien digno de barba es el Che, un revolucionario, un hombre bravo y de carácter, firme en sus ideas, solemne y carismático. Yo, personalmente, si me dejara crecer la barba, sentiría que trataría de imitar defectuosamente al Che, como si me quisiera hacer el rebelde y me saliera mal.

Tengo la impresión de que la barba hace que te identifiquen con alguien sabio, maduro, intelectual o incluso, según el caso, con un “tipo duro”. Me encantaría ser un sabio o un intelectual, pero creo que posiblemente nunca llegue a consumarme como tal. Tengo mucho miedo de no poder decir más gansadas si uso barba, creo que si me la dejara y dijera las pavadas que digo, no solamente estaría diciendo una gansada en sí misma, sino que además le estaría faltando el respeto a mi barba.

La barba no es para cualquiera.

martes, 26 de febrero de 2013

"Paquetitos"


Volvíamos de Luján después de un sabroso asadito entre amigos. Éramos cinco y a Tinchi, el que manejaba, que a su vez también había sido el organizador del asado, lo llamó una compañera del laburo para informarle sobre el estado de un trabajo de investigación. Él estaba hablando con el celular un poco nervioso mientras nosotros lo gastábamos.

-         Che, Ale, - le comentaba yo al amigo que estaba sentado a mi derecha – ¿Te diste cuenta que los padres, los profesores, los curas, los canas, todos tienen un paquetito que tratan de meterte como si tu cabeza fuera un buzón?

-          ¿Por qué un buzón? ¿Qué representaría?

Ale, me había hecho una buena pregunta, sin notar que yo estaba parafraseando una escena de una película.

-          Es interesante esa idea, Bellis, pero tendrías que desarrollarla. – me comentaba mi amigo. Después de eso le hice notar que en realidad le estaba hablando de una película, él no se acordaba de la escena pero la había visto.

-          ¿Sabés qué? –le comento a Ale- Está muy buena la parte final de “Todo no se compra, todo no se vende”, pero sería aún mejor si el protagonista se hubiera vuelto un represor o un empresario corrupto y al final mostraran la filmación de cuando era joven e idealista como un contraste con su adultez.

-          De una, aparte sería mucho más realista. Yo ando con ganas de hacer una parodia porno de esa película, que se llame “Tanga Feroz”- Y ni bien terminó de pronunciar la palabra “feroz”, todos nos  empezamos a recagar de la risa, salvo Tinchi que estaba disimulando el enojo mientras hablaba por el celular- y no sabés la partuza que se arma en la escena que llega la policía…


Posiblemente esta sea una de esas anécdotas que solamente le causan gracia a aquellos que la presenciaron, pero bueno, ¿qué quieren que les diga?, yo me maté de la risa…

jueves, 14 de febrero de 2013


No te voy a decir qué es aquello que me gusta que hagas, porque tengo miedo de que si te lo digo, dejes de hacerlo...

viernes, 4 de enero de 2013

Music&Gym


Desde hace poco más de un mes empecé a ir al gimnasio. Espero no abandonar, porque a medida que pasan los días la rutina se vuelve más extensa y se necesita una mayor voluntad para salir del cuarto e ir, además la vagancia aumenta si añadimos la variable calor y el hecho de ver que casi todos levantan más peso que uno, que el primer día termina re transpirado después de hacer varios tipos de abdominales.

No obstante, el gimnasio tiene varias cosas rescatables, una de ellas es el hecho de que se ocupan varias horas de días de vacaciones que uno posiblemente perdería en la casa sin hacer nada o pensando en boludeces. La otra cosa rescatable es más particular e interesante: en el gimnasio descubrí un par de canciones nuevas que son bastante lindas, espero no quemarlas escuchándolas trescientas veces en youtube hasta que la música deja de producirme placer y se vuelve algo totalmente inocuo.

Una de estas canciones que descubrí durante la semana pasada era un tema de Julieta Venegas, que para cuando llegué a mi casa podía recordar la melodía pero no la letra. Terminé tarareándole la canción a distintos conocidos, parecía Gaston Pauls en Nueve Reinas, hasta que por fin Agus, si bien no conocía el nombre, pudo decirme parte de la letra, la busqué en internet y ahora la escucho un par de veces al día.

Si, podrán decir que soy cursi, pero yo a Julieta Venegas la re banco, tiene temas que para mí están muy buenos. Soy bastante ecléctico en cuanto a mis gustos musicales, me gustan mucho Los Rodríguez, Fito Páez, Zambayonny y ahora estoy descubriendo de a poquito a Spinetta. No sé mucho de música, simplemente me guío por si una determinada canción me genera una sensación placentera o no, y las canciones que escuché de Julieta Venegas, sinceramente me gustan.  Juampi, un amigo venezolano, hace poco me dijo que le parece algo muy positivo que yo me esté ocupando más de mi mismo, yendo al gimnasio y preocupándome más a la hora de elegir las camisas, pero que de ninguna manera pierda esa forma de ser que es tan propia de mi y de nadie más, a la cual él llama ‘excentricismo’. Según Juampi yo tengo la cualidad de hablar de cosas llamativas o bizarras con mucha naturalidad, supongo que es un elogio.

Dicho sea de paso, la canción de Julieta Venegas se llama ‘Lento’.


miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando los chorros ya no ayudan...



Laberintos Ideológicos

Creo o quiero creer tener una ideología política más bien cercana a la izquierda, siendo asociada esta postura a una crítica a un mundo que es inequitativo y desigual y que pretende tomar una faceta ‘meritocrática’ ocultando el hecho de que brinda a los distintos individuos oportunidades diferenciales para desenvolverse en la vida cotidiana (dicho de otra manera, se trata de tapar la realidad de que no todos partimos con las mismas herramientas y la distribución de las mismas tampoco fue realizada de una manera justa).  Sin embargo, muy de vez en cuando, sucede algo que me hace dudar de realmente pensar lo que creo que pienso. El hecho bien puntual ocurre cuando me roban en la calle.

Critico a un mundo inequitativo y excluyente, no obstante, cada vez que me roban siento una tremenda bronca, y no precisamente hacia este sistema capitalista que fomenta valores de consumo y excluye a grandes sectores de la población mundial, sino específicamente hacia la persona que me robó.

No quiero caer en ese viejo discurso simplista de que los chorros son chorros porque no quieren laburar, o el clásico ‘hay que matarlos a todos’. Creo que hay una influencia de factores tales como la exclusión, la desigualdad y el desempleo en la delincuencia. La mejor forma de disminuir éste fenómeno a largo plazo es ampliar el acceso a la educación, generar más fuentes de trabajo y fomentar más actividades recreativas para jóvenes como ser las artes y los deportes. De todas formas, y aún coincidiendo con éstos proyectos a largo plazo, mientras tanto la persona que comete un delito tiene que ir presa. Lo ideal sería que las cárceles no empeorasen a los delincuentes y eso también es un punto a mejorar, pero aún así quien comete un delito tiene que ir preso o retribuir ese delito, siempre teniendo en cuenta que la justicia debe mirar al futuro y no al pasado, lo importante no es castigar a quien comete el crimen sino evitar que el delito se vuelta a cometer.
Es una posición muy complicada, porque a veces pareciera que la gente supone que porque uno cree que el mundo es injusto, desigual, excluyente y que hay que hacer algo para transformarlo, tiene que abrazarse con un chorro y no culparlo cuando te afana.

La interpretación de los choreos

A lo largo de este último año me afanaron unas tres veces, esto es igual a la mitad del total de veces que me robaron en mi vida. Las situaciones cada vez fueron empeorando, de a poco el  ‘dame todo lo que tengas y no te va a pasar nada’ se iba transformando en un  ‘danos billetes y el celular o si no te recagamos a palos’. Afortunadamente siempre salí ileso y lo peor que me sacaron fue plata, mi teléfono móvil o algún objeto que tenía cierto valor sentimental pero que económicamente no valía tanto. Incluso hay una anécdota que, dentro de todo, hasta es graciosa, una vez, creo que fue en el 2009, me agarraron y yo solamente llevaba cuatro pesos y un celular siemens básico que para ese entonces ya tenía unos cinco años, el chorro me terminó devolviendo el celular y pidiendo disculpas.

Las dos primeras veces que me robaron este año tuvieron una cierta significación particular en lo que fue mi vida unos pocos días después. Por ejemplo, a fines de marzo mi novia estaba muy enojada conmigo, al punto tal que dudaba de seguir la relación. Era un domingo o un lunes feriado, no me acuerdo muy bien, el hecho es que yo estaba solo en casa y, como me daba mucha fiaca cocinarme y tenía un vale de dos por uno para una McNífica, fui a McDonald’s y me compré un par de hamburguesas. Después de haberme terminado el primer sándwich en la calle, aparece un pibe, al cual al toque se le suma otro, y me piden violentamente ‘algo para comer’, billetes y el celular. No era la primera vez que me robaban, pero si la primera que lo hacían tan violentamente, los chorros anteriores, mal que mal, habían sido dentro de todo más diplomáticos y seguros, tenían más tacto, estos últimos me habían hecho pasar un momento de mierda. A mi novia, después de haberse enterado de la noticia, se le ablandó el corazón y me invitó a comer a la casa. Hablamos un poco y, al menos por el momento, las cosas se habían solucionado.

Seis meses después, una situación similar tiene lugar, pero en un contexto de mi vida bastante distinto. Mi (ahora) ex novia hacía ya un mes y medio que me había cortado, sin embargo nos seguíamos viendo cada tanto y la posibilidad de retomar la relación en algún futuro más o menos incierto estaba.  El día en que me robaron por segunda vez en este año, amenazándome de paso con un vidrio, fue también desgraciadamente el día que vi a mi ex novia por última vez. Me volvieron a robar el celular, más que nada eso. El modelo era un poco mejor que el anterior, no era nada así súper grosso pero al menos podía sacar fotos y escuchar música mp3 con auriculares normales y no esos que sirven sólo para algunos tipos de teléfonos. Al poco tiempo mi ex decidió que dejáramos de vernos, ya que ella tenía la necesidad de estar sola y seguir encontrándonos sólo iba a hacer que yo me confundiera. Al final, tratando de buscarle algún sentido positivo, algo bueno habían hecho estos chorritos, al haberme robado el celular me quitaron toda una amplia gama de mensajes de texto escritos por mi ex que eran realmente hermosos, algunos hasta incluso posteriores a nuestro noviazgo, sin embargo una vez ya concluidas las cosas, esos mensajitos no me iban a hacer bien y yo hubiera tenido que borrarlos, lo cual me hubiera dolido muchísimo. Lo bueno sigue estando en mi corazón, y eso es más que suficiente.

El robo más reciente fue, quizás, el menos feliz de los tres, me agarraron dos tipos de unos veintitantos mientras yo volvía de noche lo más pancho a casa luego de una salida con amigos. Nuevamente, no me volvieron a sacar nada que tuviera demasiado valor, simplemente un celular que era medio choto, y un morral de NERV (una organización ficticia de un anime) que quería mucho y hasta me había ayudado a hacer buenas migas con gente copada en la facultad.

Durante el 2012, las dos primeras veces que me robaron estuvieron asociadas a algo. La primera me ayudó a que mi novia me perdonara, quizás a la larga lo hubiera hecho de todas formas, pero hay que admitir que el robo contribuyó bastante. De hecho, hasta podríamos afirmar que esos chorros fueron una cierta bendición, o más bien lo que los británicos llaman “mixed blessing”, una especie de bendición mixta o ‘desgracia con suerte’, en la cual pasa algo muy malo que a la larga trae algún beneficio positivo (como por ejemplo, que te metan preso y en la cárcel conozcas a tu futura mujer). La segunda vez en el año que me robaron ya no fue algo tan positivo, pero al menos me ayudaron a deshacerme de algunos vínculos con el pasado, llámense lindos mensajes de texto, que eran un poco duros si uno los mira en retrospectiva.

Aún me cuesta descifrar qué significado o asociación pueda tener este tercer robo más allá de la bronca que me generó. Quizás no tenga por qué tener un significado  o interpretación, pero lo cierto es que nada tiene un sentido propio si lo vemos desde una determinada perspectiva, y así es como objetivamente, y fuera de toda carga cultural y valorativa, un partido de fútbol no son más que veintidós tipos (veintitrés, si contáramos al réferi) corriendo tras una pelota, o una novela tampoco  es más que una ‘astuta combinación de tinta y papel’ (Dolina, 1988). Es cierto, la realidad fuera de toda interpretación no es más que un conjunto de colores, sonidos, olores, texturas y sabores que cambian sin ninguna pausa. A lo que quiero ir es que justamente por eso es tan importante interpretar, para darle un mínimo de coherencia y gusto a lo que vivimos, de no ser así, todo sería un verdadero embole.

No obstante, es probable que mi problema sea justamente sobreinterpretar las cosas.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Conceptos


Agus está viniendo seguido a mi casa, ya sea para estudiar o para almorzar y después ir juntos a la biblioteca. Un día, hace un par de semanas, me mostró en youtube unos videos de una banda llamada “Poxyclub”, formada por dos chicos de zona norte que, aparentemente, se burlan de su propia condición social con canciones como: Quiero flashear ser pobre, Flaca, comprate un blackberry o Administración de Empresas. Son bastante ridículos, aunque a mí me hicieron cagar de la risa.

Siempre tuve ganas de tener una banda, me gusta mucho tener un proyecto con amigos que perdure en el tiempo, un poco me hace pensar en esas series animadas japonesas donde un “grupo de amigos” lucha contra villanos o contra servidores de las “fuerzas del mal”. No sé muy bien cuál es la asociación, quizás simplemente el hecho de que un grupo de personas trabajan en conjunto y, sobretodo, cancherean.





Yo le comentaba a Agus:

-          Quisiera ser parte de una banda, me gusta mucho el concepto de ‘equipo’

A lo cual Agus respondió sin reflexionar demasiado:

-          Bueno, primero te tiene que gustar el concepto de ‘música’.

No sé tocar ningún instrumento, lo cual es una gran falencia a la hora de participar en una banda. Un conocido solía decir que un hombre con guitarra tenía ‘un status diferente’. Quisiera vincularme más con la música, pero me da mucha fiaca aprender a tocar la guitarra u otros instrumentos que, seguramente, deben ser más caros. Estoy pensando seriamente en hacer un curso de verano de canto en febrero, la guitarra hay que llevarla y traerla, pero la voz la tiene uno siempre consigo.