miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando los chorros ya no ayudan...



Laberintos Ideológicos

Creo o quiero creer tener una ideología política más bien cercana a la izquierda, siendo asociada esta postura a una crítica a un mundo que es inequitativo y desigual y que pretende tomar una faceta ‘meritocrática’ ocultando el hecho de que brinda a los distintos individuos oportunidades diferenciales para desenvolverse en la vida cotidiana (dicho de otra manera, se trata de tapar la realidad de que no todos partimos con las mismas herramientas y la distribución de las mismas tampoco fue realizada de una manera justa).  Sin embargo, muy de vez en cuando, sucede algo que me hace dudar de realmente pensar lo que creo que pienso. El hecho bien puntual ocurre cuando me roban en la calle.

Critico a un mundo inequitativo y excluyente, no obstante, cada vez que me roban siento una tremenda bronca, y no precisamente hacia este sistema capitalista que fomenta valores de consumo y excluye a grandes sectores de la población mundial, sino específicamente hacia la persona que me robó.

No quiero caer en ese viejo discurso simplista de que los chorros son chorros porque no quieren laburar, o el clásico ‘hay que matarlos a todos’. Creo que hay una influencia de factores tales como la exclusión, la desigualdad y el desempleo en la delincuencia. La mejor forma de disminuir éste fenómeno a largo plazo es ampliar el acceso a la educación, generar más fuentes de trabajo y fomentar más actividades recreativas para jóvenes como ser las artes y los deportes. De todas formas, y aún coincidiendo con éstos proyectos a largo plazo, mientras tanto la persona que comete un delito tiene que ir presa. Lo ideal sería que las cárceles no empeorasen a los delincuentes y eso también es un punto a mejorar, pero aún así quien comete un delito tiene que ir preso o retribuir ese delito, siempre teniendo en cuenta que la justicia debe mirar al futuro y no al pasado, lo importante no es castigar a quien comete el crimen sino evitar que el delito se vuelta a cometer.
Es una posición muy complicada, porque a veces pareciera que la gente supone que porque uno cree que el mundo es injusto, desigual, excluyente y que hay que hacer algo para transformarlo, tiene que abrazarse con un chorro y no culparlo cuando te afana.

La interpretación de los choreos

A lo largo de este último año me afanaron unas tres veces, esto es igual a la mitad del total de veces que me robaron en mi vida. Las situaciones cada vez fueron empeorando, de a poco el  ‘dame todo lo que tengas y no te va a pasar nada’ se iba transformando en un  ‘danos billetes y el celular o si no te recagamos a palos’. Afortunadamente siempre salí ileso y lo peor que me sacaron fue plata, mi teléfono móvil o algún objeto que tenía cierto valor sentimental pero que económicamente no valía tanto. Incluso hay una anécdota que, dentro de todo, hasta es graciosa, una vez, creo que fue en el 2009, me agarraron y yo solamente llevaba cuatro pesos y un celular siemens básico que para ese entonces ya tenía unos cinco años, el chorro me terminó devolviendo el celular y pidiendo disculpas.

Las dos primeras veces que me robaron este año tuvieron una cierta significación particular en lo que fue mi vida unos pocos días después. Por ejemplo, a fines de marzo mi novia estaba muy enojada conmigo, al punto tal que dudaba de seguir la relación. Era un domingo o un lunes feriado, no me acuerdo muy bien, el hecho es que yo estaba solo en casa y, como me daba mucha fiaca cocinarme y tenía un vale de dos por uno para una McNífica, fui a McDonald’s y me compré un par de hamburguesas. Después de haberme terminado el primer sándwich en la calle, aparece un pibe, al cual al toque se le suma otro, y me piden violentamente ‘algo para comer’, billetes y el celular. No era la primera vez que me robaban, pero si la primera que lo hacían tan violentamente, los chorros anteriores, mal que mal, habían sido dentro de todo más diplomáticos y seguros, tenían más tacto, estos últimos me habían hecho pasar un momento de mierda. A mi novia, después de haberse enterado de la noticia, se le ablandó el corazón y me invitó a comer a la casa. Hablamos un poco y, al menos por el momento, las cosas se habían solucionado.

Seis meses después, una situación similar tiene lugar, pero en un contexto de mi vida bastante distinto. Mi (ahora) ex novia hacía ya un mes y medio que me había cortado, sin embargo nos seguíamos viendo cada tanto y la posibilidad de retomar la relación en algún futuro más o menos incierto estaba.  El día en que me robaron por segunda vez en este año, amenazándome de paso con un vidrio, fue también desgraciadamente el día que vi a mi ex novia por última vez. Me volvieron a robar el celular, más que nada eso. El modelo era un poco mejor que el anterior, no era nada así súper grosso pero al menos podía sacar fotos y escuchar música mp3 con auriculares normales y no esos que sirven sólo para algunos tipos de teléfonos. Al poco tiempo mi ex decidió que dejáramos de vernos, ya que ella tenía la necesidad de estar sola y seguir encontrándonos sólo iba a hacer que yo me confundiera. Al final, tratando de buscarle algún sentido positivo, algo bueno habían hecho estos chorritos, al haberme robado el celular me quitaron toda una amplia gama de mensajes de texto escritos por mi ex que eran realmente hermosos, algunos hasta incluso posteriores a nuestro noviazgo, sin embargo una vez ya concluidas las cosas, esos mensajitos no me iban a hacer bien y yo hubiera tenido que borrarlos, lo cual me hubiera dolido muchísimo. Lo bueno sigue estando en mi corazón, y eso es más que suficiente.

El robo más reciente fue, quizás, el menos feliz de los tres, me agarraron dos tipos de unos veintitantos mientras yo volvía de noche lo más pancho a casa luego de una salida con amigos. Nuevamente, no me volvieron a sacar nada que tuviera demasiado valor, simplemente un celular que era medio choto, y un morral de NERV (una organización ficticia de un anime) que quería mucho y hasta me había ayudado a hacer buenas migas con gente copada en la facultad.

Durante el 2012, las dos primeras veces que me robaron estuvieron asociadas a algo. La primera me ayudó a que mi novia me perdonara, quizás a la larga lo hubiera hecho de todas formas, pero hay que admitir que el robo contribuyó bastante. De hecho, hasta podríamos afirmar que esos chorros fueron una cierta bendición, o más bien lo que los británicos llaman “mixed blessing”, una especie de bendición mixta o ‘desgracia con suerte’, en la cual pasa algo muy malo que a la larga trae algún beneficio positivo (como por ejemplo, que te metan preso y en la cárcel conozcas a tu futura mujer). La segunda vez en el año que me robaron ya no fue algo tan positivo, pero al menos me ayudaron a deshacerme de algunos vínculos con el pasado, llámense lindos mensajes de texto, que eran un poco duros si uno los mira en retrospectiva.

Aún me cuesta descifrar qué significado o asociación pueda tener este tercer robo más allá de la bronca que me generó. Quizás no tenga por qué tener un significado  o interpretación, pero lo cierto es que nada tiene un sentido propio si lo vemos desde una determinada perspectiva, y así es como objetivamente, y fuera de toda carga cultural y valorativa, un partido de fútbol no son más que veintidós tipos (veintitrés, si contáramos al réferi) corriendo tras una pelota, o una novela tampoco  es más que una ‘astuta combinación de tinta y papel’ (Dolina, 1988). Es cierto, la realidad fuera de toda interpretación no es más que un conjunto de colores, sonidos, olores, texturas y sabores que cambian sin ninguna pausa. A lo que quiero ir es que justamente por eso es tan importante interpretar, para darle un mínimo de coherencia y gusto a lo que vivimos, de no ser así, todo sería un verdadero embole.

No obstante, es probable que mi problema sea justamente sobreinterpretar las cosas.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Conceptos


Agus está viniendo seguido a mi casa, ya sea para estudiar o para almorzar y después ir juntos a la biblioteca. Un día, hace un par de semanas, me mostró en youtube unos videos de una banda llamada “Poxyclub”, formada por dos chicos de zona norte que, aparentemente, se burlan de su propia condición social con canciones como: Quiero flashear ser pobre, Flaca, comprate un blackberry o Administración de Empresas. Son bastante ridículos, aunque a mí me hicieron cagar de la risa.

Siempre tuve ganas de tener una banda, me gusta mucho tener un proyecto con amigos que perdure en el tiempo, un poco me hace pensar en esas series animadas japonesas donde un “grupo de amigos” lucha contra villanos o contra servidores de las “fuerzas del mal”. No sé muy bien cuál es la asociación, quizás simplemente el hecho de que un grupo de personas trabajan en conjunto y, sobretodo, cancherean.





Yo le comentaba a Agus:

-          Quisiera ser parte de una banda, me gusta mucho el concepto de ‘equipo’

A lo cual Agus respondió sin reflexionar demasiado:

-          Bueno, primero te tiene que gustar el concepto de ‘música’.

No sé tocar ningún instrumento, lo cual es una gran falencia a la hora de participar en una banda. Un conocido solía decir que un hombre con guitarra tenía ‘un status diferente’. Quisiera vincularme más con la música, pero me da mucha fiaca aprender a tocar la guitarra u otros instrumentos que, seguramente, deben ser más caros. Estoy pensando seriamente en hacer un curso de verano de canto en febrero, la guitarra hay que llevarla y traerla, pero la voz la tiene uno siempre consigo.

martes, 4 de diciembre de 2012


Lugar: Bar de la zona fashion de Retiro, muy cerca del límite con Recoleta.
Hora: Un miércoles del mes de noviembre, 21:30, 22 hs
Tema: palabras que nos gusta como suenan:

Bellis: a mí me gusta mucho la palabra ‘mamarracho’, suena a palabra usada por un intelectual para hablar con sencillez y así acercarse más al Pueblo.

Mis dos interlocutores se cagan de la risa.

Bellis: Claro, como hacía Perón, por ejemplo.

Los chicos se siguen riendo mientras yo no termino de entender el porqué.