martes, 13 de marzo de 2012

Exceso de tiempo libre


Tengo demasiado tiempo libre. Cerca del 20 de noviembre pasado promocioné las dos materias que estaba cursando en la facultad y desde entonces estuve “de vacaciones”. Dos meses sin ningún tipo de obligación pueden ser un verdadero placer, pero si se pasa ese límite es fácil que uno se termine aburriendo o achanchando. El exceso de tiempo libre puede llegar a ser dañino a veces.
Tengo amigos a quienes llamar, pero algunos ya están recibidos y trabajan en proyectos de investigación y cosas por el estilo, otros por ahí todavía no terminan la carrera pero tienen la posibilidad de hacer cursos de verano e incluso dan clases particulares. Tengo la misma sensación que tuvo Homero en ése capítulo de Los Simpsons en el cual Marge empieza a salir con una vecina, Ruth, y él tiene más tiempo al pedo que quiere usar para divertirse con sus amigos, pero desgraciadamente todos están ocupados. Odio esa sensación, la de ser el único que no tiene nada que hacer.
Algo que cualquiera me podría decir y que es verdad, es que a ellos no les cayó de arriba su situación, yo tuve las mismas posibilidades que ellos, pero avanzaba más lenta y cómodamente, dejándome llevar por aquél viejo y clásico argumento de que en la facultad “cada uno tiene sus diferentes tiempos” (lo cual no es falso, pero tampoco debe servir como excusa cuando uno tiene la posibilidad de avanzar más rápido). Para éste próximo cuatrimestre me propuse cambiar mis hábitos y ver si puedo cursar más materias y avanzar con más rapidez. Al mismo tiempo ésta misma ansiedad por tener la oportunidad de una revancha contra mí mismo hace que tenga más ganas de que se terminen estas largas vacaciones.
Una opción para ocuparme pudo haber sido laburar. Tuve un trabajo durante la primera mitad del año pasado y cobraba bien, considerando que eran sólo seis horas, pero resultaba frustrante no poder dedicarle el tiempo necesario a la facultad, además de eso era molesto ver cómo iba avanzando tan lentamente en lo académico mientras que, a largo plazo, el trabajo no me aportaba mucho más que el sueldo. Era un laburo relativamente monótono, lo cual no era sinónimo de fácil, no había que pensar mucho pero si hacía falta cierta agilidad y rapidez, era necesaria una suerte de destreza que sólo se aplicaba a ése lugar concreto.
Zonajobs por otro lado está pensado principalmente para secretarias y gente que estudia carreras como ingeniería en sistemas o administración de empresas. Lo que uno puede encontrar estudiando una carrera humanística es muy poco, salvo que te mueras por laburar en un call center.
Me recomendaron, en ésta época de vacaciones largas y aburrimiento, que intentara mantenerme ocupado haciendo ciertas cosas pequeñas pero útiles, como acompañar a mi novia a retirar la tarjeta SUBE, bajarle una película a mi hermana, o incluso ir a canjear algunos comics que mucho no me gustaron (como Episode G) por otros más nuevos y copados (como Death Note). Otra cosa que estuve haciendo ésta última semana fue ordenar mi cuarto, una actividad que, aunque no lo parezca, no es para nada superficial.
Ordenar el cuarto puede llegar a ser lo mismo que viajar en el tiempo.  Uno encuentra cosas viejas e interesantes casi sin proponérselo. Me llama la atención como ahora hay “nuevas antigüedades”, como ser, por ejemplo, los CD’s con Back ups de hace cinco años o más. También hay cosas que en algún momento fueron casi sagradas y hoy tengo ganas de sacarme de encima porque ocupan espacio. Tengo un montón de anime en VHS que no sé si vender en mercado libre o tirar directamente, y en cierta medida es una pena, porque varios videos están buenos, pero ya ni tengo en dónde reproducirlos. Muchas veces compramos productos aparentemente interesantes que al poco tiempo se vuelven basura, hoy creo que antes de comprar cualquier cosa debería pensar más seguido sí estoy comprando algo útil o algo que en poco tiempo va a ocupar espacio solamente. ¿A alguno le interesaría tener un CD de Ashlee Simpson?
Ésta bueno ocuparse, especialmente haciendo aquellas cositas que uno descuida cuando está ocupado enserio. Lo que sí noto, es que cuando no estoy haciendo nada o no tengo nada para hacer me pongo un poquito irritable. ¡Ah! Eso sí, la que se merece un monumento es mi novia, que me tuvo una paciencia enorme estos días.

Por suerte la facu empieza el próximo lunes…

martes, 6 de marzo de 2012

El Peronismo, Parte 1


Mi primer acercamiento al peronismo fue en el año 2002 cuando, con motivo del aniversario de la muerte de Eva, pasaban en la tele fragmentos del documental de Leonardo Favio: Perón, Sinfonía del Sentimiento.
Era emocionante. Al menos en ésa época era casi imposible encontrar figuras de la política que tuvieran semejante carisma. Los actos que aparecían en la película eran algo soberbio, multitudes aclamando a la primera dama y a su marido, parecían mezclarse la euforia de un recital con el amor sagrado de lo religioso, cosas que al menos no se percibían mucho en la época que yo estaba viviendo.
Luego de ver esa película me sentía peronista, pero, ¿De qué otra forma podía sentirme? Al menos con la información a mano, ser peronista era lo más lógico, estar en contra sólo podía ser sinónimo de avaricia y mezquindad. ¿Cómo se podía estar en contra de una mujer que ayudaba a los más necesitados?
Por aquellos años yo recién empezaba el secundario e iba a un colegio más bien “concheto”, todavía no nos enseñaban historia argentina, más que nada estudiábamos a los pueblos de la Mesopotamia, griegos, romanos y alguna que otra civilización previa al surgimiento del cristianismo. Sin embargo, lo que comúnmente decían (mucho más mis compañeros que mis profesores) era que Evita era una resentida y que Perón había hecho que “los negros odiaran a los patrones”.
Había algo que me llamaba la atención, Perón era para mí el primer personaje histórico cuyo prestigio era ampliamente discutido, no todos coincidían en si el balance de sus obras había sido bueno o malo. En general son muy pocos los que hablan mal de San Martín o de Belgrano, está consensuado que son próceres y Héroes de la Patria, pero con Perón no es así, y no hace falta saber mucho de historia para quererlo u odiarlo.
Me resultaba muy llamativo el hecho de que hubiera opiniones tan contrarias sobre éste personaje, cuando ante otros solía haber un consenso mucho mayor acerca de su prestigio.
Mis padres, cuando les preguntaba, me decían que si bien el peronismo había sido generador de grandes logros que favorecieron a la clase trabajadora, también había tenido ciertos vicios que los “contreras” no le perdonaban, como ser el excesivo personalismo (hubo provincias que llevaban los nombres de “Presidente Perón” y “Eva Perón”), y algunas conductas autoritarias (como alejar a Borges de la dirección de la Biblioteca Nacional sólo por no comulgar ideológicamente con el partido). Lo curioso era que la mayoría de los chicos de mi edad que criticaban al peronismo desconocían estos puntos negativos y en general repetían básicamente lo mismo, que Perón había sido un ladrón y un dictador, y que había destruido la cultura del trabajo (entendiendo por “cultura del trabajo”, la negación al derecho de los obreros a quejarse por las malas condiciones laborales).
A mis compañeros en general no les interesaba mucho la política, pero yo tenía un amigo con el cual hablábamos bastante seguido de esos temas. Sabía mucho, al menos considerando lo que podía saber un chico de catorce años. No teníamos exactamente las mismas ideas, el decía con cierto orgullo que era oligarca (hoy es K), a mí me daba cosa entrar en conflicto y no le decía que me gustaba Perón, pero al menos hablábamos de diversos asuntos, muy simplificados, que tenían relación con la historia y la política.
Me da un poco de vergüenza admitirlo pero en segundo año del secundario yo me consideraba una suerte de peronista de derecha, es decir, me importaba mucho la justicia social, pero también me preocupaba la inseguridad y me sentía más cerca de la figura de Rucci que de la JP. Esto fue cambiando con el pasar de los años, sintiendo poco a poco más rechazo por la gente de derecha que iba conociendo y viendo mayor coherencia en el peronismo de izquierda. Hoy por hoy, sincerándome conmigo mismo y teniendo en cuenta más mis actos que mi discurso, no sabría decir si soy de izquierda o de derecha, lo que sí sé es que mi acercamiento a la izquierda tuvo más que ver con una cuestión sensitiva que ideológica o intelectual. Al conocer más gente me fui dando cuenta que las personas de izquierda tendían a ser más abiertas y humanas que las de derecha, que en general (no todas) eran más intolerantes, cerradas y discriminadoras.
En los últimos años del secundario mantuve una postura supuestamente izquierdista, pero no sé hasta qué punto esa postura era auténtica y no una forma de rechazo ante algunos de los alumnos de mi colegio que eran bastante más que conservadores y se referían a los trabajadores como “los negros”. Yo no se qué tan abierto, plural o incluyente sea o haya sido, pero la actitud de ésa gente realmente me generaba aversión.
Distinto era el caso de varios profesores de materias humanísticas, que al menos si no eran peronistas, tenían ciertas simpatías. Yo era muy tímido y participaba poco en clase pero me acuerdo que un 17 de Octubre cuando estaba en cuarto año un profesor estaba dando clase y a un compañero le gustaba molestarlo con preguntas históricas, a ése mismo compañero yo le había dicho, medio en enserio, medio en broma que si quería molestarlo le preguntara al profesor qué se conmemoraba el día de la fecha. El profe se hizo un poco el boludo y no dijo nada. Al otro día nos trajo algunas hojas del diario del día anterior. Había varias descripciones del ’45, entre ellas una de Leopoldo Marechal que hablaba de la Argentina invisible y cómo ése día, al poder verla exigiendo la aparición de aquél hombre junto al cual había logrado ganar sus derechos, él se había vuelto peronista. Un texto muy lindo, sin duda.
Terminar el secundario me calmó un poco. Muchos ya se imaginaban que en la Facultad de Ciencias Sociales iba a empezar a militar en algún partido político o algo así, pero la verdad es que ya estaba más tranquilo y además me sentía un poco mareado entre tantas ideas, algunas de las cuales aún no entiendo en qué difieren exactamente.